Época: cultura XVIII
Inicio: Año 1660
Fin: Año 1789

Antecedente:
Música y músicos en el siglo XVIII

(C) Antonio Blanco Freijeiro



Comentario

Desarrollado en el largo espacio de tiempo que va desde 1580 a 1760, constituye una etapa claramente diferenciada de las anteriores por la variedad de ideas y su denodado afán de comunicación. De sus múltiples logros, tres van a centrar nuestra atención por su resonancia: la ópera, la sonata y el concierto.
La asociación de música y drama data de la Edad Media, pero será en el siglo XVII y en Italia donde la ópera se desarrolla adquiriendo enorme importancia social. Su centro pasa sucesivamente desde Venecia a Roma para terminar en Nápoles, donde nacerá primero la llamada ópera seria hacia 1670. Se trataba de una composición creada para voces solistas, en la que la parte del héroe correspondía a sopranos varones, los castrati, cuya fama les convierte en las vedettes de la época. La estructura de las obras estaba formalizada en tres actos divididos, a su vez, en varios cuadros, predominando siempre la melodía sobre el texto. Este desarrollo operístico varió en el caso de compositores importantes como Scarlatti (1660-1725) cuya contribución al desarrollo de la ópera napolitana es decisiva y cuya labor concediendo relevancia a la obertura que precede al drama será el punto de partida de la sinfonía. También prepara el camino de la ópera buffa, una de las grandes creaciones del período.

Surgida a partir de los intermezzi ejecutados entre los actos de la ópera seria, le separan de ésta: su preferencia por formas musicales más libres armónicamente; sus argumentos, reales; sus personajes, extraídos de la vida cotidiana, y el uso de voces sólo naturales, excluyendo, por tanto, a los castrati. Estas características alejan también a la ópera buffa de la cómica francesa, donde el único cambio respecto a la seria son los argumentos. La obra buffa más famosa fue La serva padrona (1733), de Pergolessi (1710-1736).

El éxito obtenido por este tipo de composiciones operísticas atrajo a los autores de la forma tradicional que pronto escribieron en ambos estilos.

De Italia, la ópera napolitana pasó a Europa. En Viena, el teatro Josefino le abre sus suntuosas puertas a partir de 1708. Hamburgo inaugura el primer teatro público fuera de Italia en 1678 y ve florecer a comienzos del dieciocho una ópera alemana de la mano de Keiser y Telemann, que sucumbirá a partir de los años cuarenta ante el empuje italiano. Al otro lado del canal de la Mancha, el arraigo de la ópera seria corre paralelo a la aparición de la ópera de baladas inaugurada por Pepusch con La ópera del mendigo (1728), en la que satiriza al gobierno, presenta los bajos fondos e incluye canciones populares. Bien recibida por el público, siguiendo su modelo se estrenan en los siguientes siete años más de 50 obras. Ellas serán el antecedente inmediato de las singspiel alemanas.

Mientras la música italiana se extiende por el Continente, Francia resiste su empuje anclada en las formas tradicionales, fiel a lo descriptivo, narrativo y racional como siempre. Cuenta con una gran figura para defender su postura, Rameau, que empezó a componer para la escena en 1723. Mas no será absolutamente impermeable, y en 1752 la primera representación en París de la obra de Pergolessi marca el inicio de la guerra de los bufones en la que los defensores del estilo antiguo, entre los que se cuenta el rey, se enfrentan al grupo proitaliano de la reina y los ilustrados -D'Alembert, Rousseau-. En el fondo, no es sino una expresión más de ese enfrentamiento entre quienes defienden la tradición, representada aquí por la ópera heroica de mitos autocráticos, y quienes abogan por un mundo renovado, encarnado por la música nueva basada en la naturaleza, la sencillez y la razón. El asalto inicial se salda a favor de los primeros, pero los segundos no se rinden.

En el terreno de la música instrumental, los hechos más destacados son la conversión del clavicémbalo en el instrumento preferido de los creadores y la aparición de la sonata y el concierto. El término sonata, que significó hasta el siglo XVIII pieza tocada por oposición a cantata, designa ahora a las piezas de música de cámara. Ella fue la fuerza musical más revolucionaria del período y la que dominó el mundo de la composición instrumental hasta el siglo XX. Contó con una personalidad excepcional, la de Scarlatti, que compuso la mayor parte de sus 600 sonatas después de los cincuenta años cuando residía en la corte de Madrid. Solían escribirse para trío, pero muchos compositores redujeron los instrumentos a uno o los incrementaron a cinco o seis, contribuyendo, de este modo, a desmoronar la frontera con el concierto. Éste era en el Seiscientos término sinónimo de sinfonía, usada, acabamos de decirlo, en las óperas, y carecía de contenido orquestal. En el Setecientos aparece dominado por la escuela de Bolonia, donde Corelli (1653-1713) y Vivaldi (1678-1741) crearon los primeros conciertos para violín. El segundo los haría también para oboe, flauta, fagot, etc., mientras que Bach los compuso para teclado.

Si la música barroca tiene su centro en Italia, sus máximas figuras, sin embargo, van a ser alemanas: Juan S. Bach (1685-1750) y Frederic Haëndel (1685-1759). Ambos iniciaron su carrera como organistas. La formación italiana del segundo le llevó a crear desde el comienzo óperas, oratorios y cantatas, así como piezas para orquesta y conjunto instrumentales, mientras que su empleo en la iglesia y su calidad de profesor influyen decisivamente para que Bach componga Pasiones, cantatas sacras y piezas litúrgicas de órgano. En cualquier caso, los trabajos de ambos establecieron finalmente un sistema tonal rico, cromático y armónico, al tiempo que hacen nacer la polifonía fundiendo la técnica del contrapunto con el estilo homofónico.